En la vía TODOS somos responsables
“Cada tragedia en la vía tiene un antes y un después”. Así se titula la obra elaborada por Milagros Socorro, periodista y escritora venezolana, quien se dedicó a indagar en la vida de nueve personas que por distintas circunstancias se vieron envueltas por el manto de dolor que genera una pérdida humana como consecuencia de un accidente de tránsito.
Cada testimonio cubre una óptica distinta. Son testimonios de la madre, el hijo, la figura pública, el joven soñador o el doctor que con sus propias manos intenta salvar las vidas de aquellos ciudadanos que arriban heridos de de gravedad a la sala de emergencia de un hospital.
Tal y como lo menciona el prólogo del libro, “el horror viene en automóvil”, especialmente en Venezuela donde las cifras ofrecidas hasta el año 2012 por la Fundación Seguros Caracas y avaladas en reportes del Instituto Nacional de Tránsito Terrestre (Intt), revelan, que no menos de 9mil vidas se perdieron sólo en el año 2012 por accidentes de tránsito en el territorio nacional.
Cada pérdida una nueva historia.- Detrás de cada vida y de cada ser humano hay una historia que contar, pero una vez esas personas no están, dejan un vacío en las almas de sus allegados y seres queridos. Socorro comentó en una entrevista efectuada por el equipo de El Periodiquito lo complejo de exponer los casos contemplados en su libro y agregó que sólo tras un severo proceso de ensayo y error no encontró otra alternativa que explorar lo crudo de las secuelas que dejan las pérdidas humanas en los sobrevivientes para plasmarlas en la obra testimonial.
El libro rubrica momentos crudos como el que vivió en 2005, Marina De Vidal. Señala la obra, que luego de recibir una serie de mensajes telefónicos, De Vidal realizó una llamada al cuerpo policial de El Hatillo sólo para descubrir que su hijo Rafael, otrora medallista olímpico venezolano y ejemplo de vida para muchos jóvenes deportistas, había fallecido. Vidal fue embestido por un conductor imprudente y el hecho demostró que para una madre no debe haber mayor sufrimiento que ver a sus hijos partir para nunca más volver.
Otra triste anécdota que se ve plasmada en las páginas del documento refleja las consecuencias psicológicas que un suceso fatídico puede ocasionar en un ser humano que sufre la pérdida de un nexo familiar. María Eugenia Martin Castillo, joven caraqueña de 27 años de edad, tomó el volante de un vehículo de un familiar el 2 de septiembre de 1990 para partir hacia Higuerote con su mejor amiga.
Lamentablemente un conductor ebrio impactó su camión contra el pequeño Volkswagen que tripulaba. Esa misma noche, falleció. María Eugenia era la hermana mayor de María Alejandra Martín, reconocida actriz venezolana, quien tras el incidente asumió que los cambios y a desolación por la partida de su hermana la llevaron inclusive a acabar con su matrimonio. Según su testimonio, Martín jamás volvió a ser la misma persona.
Lesiones de por vida.- La opinión de los especialistas también es analizada por Socorro. Yosu Viteri, director del área de traumatología en el hospital caraqueño Domingo Luciani le da una perspectiva post accidente al documental. Viteri comenta que las situaciones que se viven en una sala de emergencia no son para nada agradables a la vista y en cuanto a los pacientes se refiere, de sobrevivir a un accidente de tránsito las consecuencias son graves.
Tal y como se menciona en la obra, Viteri explica que ocurren traumas específicos en las regiones anatómicas del cuerpo humano como “ocular, maxilofacial, cervical, torácico, cardíaco” y en otros órganos como esófago, estómago, intestino delgado, hígado, páncreas, colon, recto, pelvis, en huesos y músculos. Aunque se sobreviva, recuperarse es tortuoso, largo y por lo general extremadamente traumático.
Un ejemplo de ello es el caso de Jonathan Viloria. Debió ser sometido a no menos de 16 cirugías y a un implante de prótesis de cadera para recuperarse luego de estrellar su vehículo contra un camión varado en plena carretera. Otra historia de este tipo vivió José Gabriel, quien años después de estrellarse contra una unidad de transporte colectivo, aún padece el trauma de la deformidad de su pierna derecha y la tortuosa espera por una prótesis de cadera que supone la solución adecuada para retornar al mercado laboral.
Según la experiencia y la observación realizada por Viteri, las causas típicas de un accidente de tránsito en Venezuela al igual que en todo el mundo son el exceso de velocidad y de consumo de bebidas alcohólicas. Sin embargo, añade que existen otros factores casi exclusivos de la idiosincrasia local como el “tránsito incontrolado de motos que ha aumentado, con el agravante que se les ha permitido circular en autopistas, lo que ha propiciado que se multipliquen las cifras de accidentes”.
En el día a día de la labor periodística son muchos los sucesos que se observan y las tragedias familiares que por desgracia de estos hechos se suceden. Es prácticamente común encontrarse con declaraciones de personas que perdieron a sus seres queridos en accidentes donde había motos involucradas y muchos han asumido desconocer si la persona portaba el casco correctamente. De tal hecho se abre una interrogante: ¿Cuantas tragedias pueden evitarse si los usuarios cumplieran las normas básicas en el juego vial?
Por otra parte, los especialistas citados en el documental resumen las potenciales causas que generan los accidentes de tránsito en las vías venezolanas más allá de los malos hábitos a la hora de tomar el volante. En primer lugar, el desconocimiento y el incumplimiento de las leyes de tránsito, lo cual, deriva en otro factor como el ignorar a conciencia las leyes y las señalizaciones.
Por último, la escasa habilidad para conducir y la ausencia total de infraestructura y campañas que promuevan la formación de conductores responsables de sus actos sobre el pavimento, que entiendan que en sus manos está el control de sus propias vidas, las ajenas y las de muchos familiares que jamás se recuperarán de una pérdida humana.
Para el investigador las imágenes de decenas de familiares llorando a las puertas de una morgue durante una típica mañana de guardia sabatina, son más que claras, son señales trágicas pero explicitas que activan los sentidos de prevención, de atención, que lamentablemente revelan pero a su vez humanizan unas estadísticas que las instituciones públicas ocultan al colectivo.
Fuente: El Periodiquito